domingo, 20 de julio de 2014

"La rompe toda"

¿Qué se esconde detrás de esta frase tan utilizada por los jóvenes en el consultorio y en el ámbito de la orientación vocacional?, ¿admiración?, ¿sana envidia?, ¿inferioridad?

En lo que va del año ya son varias las veces que escucho a un joven referirse a algún modelo o referente diciendo que “la rompe toda”. Y esto me hizo pensar en el sentido y en lo que hay detrás de esta frase.

Creo que “la rompe toda” el que la tiene clara por demás, el que “la pegó”, el que “la tiene fácil”, el “dotado”, el que fue “tocado por la varita”, el “talentoso” en el sentido del que es un especialista en algo o del que tiene ESO que es único (según la RAE, talento es: capacidad de entender / capacidad para el desempeño o ejercicio de una ocupación / persona inteligente o apta para determinada ocupación).

Vivimos en un mundo que tiende hacia la especialización y que se caracteriza por la salvaje competencia en un entorno que favorece el consumo y que promueve necesidades innecesarias muchas veces, en un mundo de imágenes, de pose, de aparentar, de lo superficial (y en el que muchos se quedan con eso que está en la superficie y no van más allá de lo que se ve), un mundo en el que el tiempo es el objeto más preciado (se busca optimizar al máximo el tiempo en un contexto actual que exige cada vez más para sostener lo mismo).

“La rompe toda” da cuenta de un momento, de una época y de cómo los jóvenes la perciben o padecen. Se admira al que la tiene clara, se aspira a ser como aquel, que representa la seguridad, la garantía, la no necesidad de esforzarse para alcanzar el ideal. “La rompe toda” quien con una pincelada hace una obra magnífica, quien con una brillante idea “la pega”, quien en un instante (pequeñísima medida de tiempo –¡cómo valés tiempo querido!-) se hace famoso (la fama, algo que da que hablar desde hace tiempo…).

Quien no “la rompe”, por lo tanto, la tiene difícil, deberá esforzarse, ser constante, persistente, luchador (pero no un luchador de película, el luchador que “la rompe”, sino un luchador como cualquier otro). Y esto en este mundo que da la impresión de que, esforzándose, uno se encuentra cada vez más lejos de la línea de llegada, del ideal a alcanzar, del proyecto que ambicionamos.

Sin embargo, llegar después de haber luchado incansablemente tiene sus beneficios, su sabor. Tiene esa “capacidad de entender” de qué se trata la vida, de saber valorarla, saborearla, amarla. ¿Ama quien “la rompe”?, me pregunto. Bah, ¿qué es amar? ¿Qué visión tendrán los jóvenes de quienes “la rompieron” o de quienes tuvieron que romperse para lograr algo? Esa distancia del que anhela y del que consiguió algo puede ser muy grande si no se la comprende o muy comprensible y, por ende, posible. Lo cierto es que muchos de los que "la rompen" pasaron por la lucha. En fin, antes de seguir con una interminable lista de conceptos e ideas interrumpo esta catarata de palabras… la rompo.

miércoles, 9 de julio de 2014

Una mano para el universo

Mirando hacia arriba yace el desencuentro, burlándose desde la profunda lejanía, penetrando cual empirismo a la opinión, a un alma con la razón desdibujada. ¡Qué acosadora la distancia! Recordándome a cada segundo, que por más que aquí haya mucho, todo el resto me es esquivo como fortuna al vagabundo. ¡Qué arrogante es el afán, de querer todo conocerlo! Negar sin vestigios de cordura, la finitud nuestro alcance. 
Aun así, no todo es tan oscuro. ¿Qué mejor alivio, que valerse de los coloridos prismas de la contemplación? Quizás así pueda reducir –al menos un poco- el descomunal peso que ejercen sobre mí las restricciones, obrando en perfecto disfraz de noche estrellada. Los estímulos son abundantes, y no hay esquinas en la mente; y otra cosa que parece no tener esquinas, es el universo.
¿Habrá mayor regalo, que anhelar lo ilimitado?
Inmediatamente asoma una figura, paradójica por naturaleza. Sembrando pluralidad donde otros imponen lo absoluto. Podrán ser varios los culpables, mas la victima una sola: la identidad muere, buscando sin consuelo su reflejo en el cristal.

¿Habrá peor condena que anhelar lo inalcanzable?

La imagen y el escrito pertenecen a un joven que llegó a nosotros para trabajar sobre la vocacional, sobre su presente y su futuro. En uno de los encuentros le pedí que trajera un collage y me trajo una obra de arte (imagen). Dado que manifestó interés por la escritura, lo invité a escribir algo acerca de su obra de arte/collage. Y trajo el texto que acompaña la imagen. 

No dejo de sorprenderme de lo que traen los jóvenes al consultorio.

lunes, 25 de noviembre de 2013

¿Quién no puede parar la pelota?

Si hay algo que noté este año en los distintos procesos de orientación y reorientación vocacional o profesional que acompañé es el poder que se adquiere con el simple (¡pero nada fácil!) hecho de parar la pelota para hacerse de un tiempo físico y mental para "pensar-se".

Fueron muchos los que llegaron de la compañía de sus padres o por motu proprio asegurando "no tener ni idea" de lo que quieren hacer (o ser) o estar "totalmente desorientados". Sin embargo, bastó con poner un día y horario a la semana para que esa "seguridad de no saber" comenzara a diluirse y a transformarse en un "empezar a saber" acerca de si mismo. En los tiempos que corren (o "lo que nos corre el tiempo", más bien) no hay tiempo para nada más que para hacer. Pero afortunadamente, desde hace otro tanto que comenzaron a surgir propuestas alternativas a este estado, que invitan a hacer un poco de introspección.

Responder a la demanda de "orientación" sin escuchar realmente lo que está sucediendo es simplemente ofrecer un servicio al mejor estilo "llame ya", sin respetar la subjetividad del que consulta y anulando toda posibilidad de reflexión y autoconocimiento. Me refiero con esto a responder al modo de "vení que yo te digo lo que te pasa, quién sos, a qué te tenés que dedicar y qué te haría bien para tus tiempos libres" (y agregaría "que vos no tenés idea" o "que yo tengo la papa"). En cambio, escuchar significa reconocer al otro en tanto lo que es, una persona. Y, en tanto el otro es, entonces podemos descontar que puede pensar, sentir, conocer y conocerse, aprender, dilucidar, concluir, imaginar, jugar, saber sobre sí, historizar-se, investigar... entre otras tantas habilidades o herramientas cognitivas.

Al darse un tiempo físico y mental para trabajar sobre uno mismo, al "procesar" lo que nos sucede en el contexto que nos sucede, la respuesta no es más que una resultante, una conclusión, un desenlace de lo trabajado y procesado. No hay nada que mirar en la "bola (pelota) mágica". No hay ninguna respuesta que esperar para el final. La pelota está para jugarla (la cancha, en este caso, es el consultorio). Y nada mejor que una decisión tomada por uno mismo. Eso es lo que permite apropiarse de las elecciones.

viernes, 1 de marzo de 2013

¿Robots o Humanos?

Hace unos días un joven de unos 20 años me comentó que antes de llegar a "armando" había realizado un "test vocacional" con otro profesional. Me comentó que después de algunos encuentros la profesional que "le hizo" orientación le dijo que por sus características de personalidad + sus intereses + las carreras que ofrece el mercado educativo, le recomendaba (=) que estudiara "X" carrera. Esta reunía los distintos aspectos de su persona que había estudiado a través de los tests administrados.
Yo me pregunto varias cosas con respecto a este tipo de "tests vocacionales":
1. Realmente queremos personas con el mismo perfil y las mismas características en las mismas profesiones? lo que no haría más que alimentar un sistema en el que todos hacemos lo mismo de la misma manera. Eso sin mencionar que una postura de este tipo no hace más que ensalzar a las carreras por sobre las personas y lo que estas pueden desarrollar a futuro (en un contexto que no da demasiadas garantías y que cambia rápido y constantemente). O preferimos distintos perfiles en diversas carreras? Creo que esta segunda postura es mucho más interesante ya que permite que las profesiones sean más versátiles y los profesionales más diferentes entre sí. Esto haría que cada uno pueda diferenciarse no solo por lo que estudió sino por quién es, más allá de las características o de las aptitudes necesarias y específicas que puede requerir una profesional en particular.
2. Realmente queremos que otra persona (profesional) se tome la libertad (y el atrevimiento) de decidir por nosotros, sugiriendo qué estudiar, dónde, qué hacer como hobbie y qué posgrado realizar una vez concluida la carrera? O preferimos un trabajo reflexivo y profundo que permita a cada persona explorar-se y reconocer-se, respetando su subjetividad y su derecho a elegir. Concibo "orientar" como acompañar, ir al lado de, utilizando todos los recursos y medios necesarios para que el que consulta pueda conocerse y realizar SU PROPIO proceso. Cuando la elección es propia es otra cosa. Y si no, busquemos un ejemplo en nosotros mismos. Cuántas veces nos ocurre que cuando nos dicen que hagamos algo no lo hacemos con entusiasmo hasta que lo realizamos cuando estamos convencidos de hacerlo. No es lo mismo elegir la elección de otro (sea profesional, padre, tío, abuelo, un mandato, un prejuicio, o un miedo) que hacer la propia. Por eso... mejor hacé la tuya.
3. Realmente creemos que a un joven de 17 años podemos "armarle" su camino indicándole qué estudiar, dónde, qué hacer de hobbie y qué posgrado realizar después? Si tenemos en cuenta el factor "contexto" sabremos que este también incide en las elecciones, y ni hablar si además incluimos el factor "persona". No somos robots sino que sentimos, nos pasan cosas y eso también interviene en las elecciones. Queremos jóvenes pasivos que simplemente acepten decisiones de otros o preferimos jóvenes partícipes de esta sociedad que los necesita y de la que se apropiarán más tarde. Creo que es importante considerar a la persona en su totalidad al momento de elegir y sobre todo que se de tiempo para pensar.
4. Realmente creemos que en dos días intensivos vamos a descifrar el perfil de alguien? Qué posibilidad de pensar, reflexionar, permitir que las "fichas caigan" damos si ofrecemos un proceso (no procesado) acelerado? Estoy convencido de que los jóvenes necesitan de un espacio que habilite la posibilidad de conocerse en los tiempos que cada uno necesita. Algo procesado, en etapas, de forma cuidada (de ahí "proceso de orientación vocacional"). Me han llegado consultas de jóvenes que confirman tal vez lo que un test le dijo que hiciera, pero apropiándose de esa carrera. Hacer algo propio es claramente diferente que hacerlo por o para otro.
No discuto que los tests no digan verdades acerca de las personas sino la modalidad, el no permitir a los jóvenes apropiarse de sus intereses y seguir sus deseos. Los jóvenes consultantes muchas veces vienen con ideas, pensamientos, prejuicios, miedos, preconceptos, que no siempre son reales y que los llevan a realizar elecciones acríticas (sin someterlas a una crítica profunda). También llegan los que siguen un supuesto interés asociado a determinada carrera (son creativo por lo tanto diseño), cuando en realidad puede resultar interesante (y hasta fundamental) indagar acerca de esa creatividad. ¿Pasión/Deseo o Conjunto-de-intereses-y-aptitudes-que-dan-como-resultado-una-profesión?
Hace tiempo que venía pensando en escribir estas líneas...

sábado, 23 de junio de 2012

El poder de los introvertidos


Subo una interesante conferencia de 19´ de Susan Cain. Para verlo con subtítulos en castellano, hacer click acá. Susan indirectamente habla de vocación, de conocerse, de seguir la voz interior, de animarse a romper obstáculos, de la escuela y del trabajo grupal, entre otros. Se le podría criticar un punto que es el no diferenciar al adolescente aislado del introvertido, pero es muy interesante de todos modos.

sábado, 12 de mayo de 2012

¿De qué idea de "hombre" hablamos?

¿Qué tipo de educación?, ¿en qué clase de institución?, ¿con qué objetivos?, ¿con qué fines?, ¿para obtener qué?, ¿qué estilo de vida?, ¿con qué intención?... Y podemos seguir con una serie muy larga de preguntas.

Al momento de realizar una elección o de tomar una decisión importante para nosotros, un aspecto fundamental a considerar es preguntarse acerca del concepto o de la idea de "hombre" de la que partimos. De eso dependerá gran parte de nuestras respuestas. Este concepto de hombre podría relacionarse también con el conocimiento de uno mismo y de la propia historia, del reconocimiento de los hitos significativos de la vida, de lo que es necesario o de los valores personales. Con esta consideración estaremos mucho mejor preparados para iniciar una búsqueda o para encontrar una respuesta. Sería un camino interior inicial (considerando aspectos del afuera, por supuesto) para tomar una decisión que repercutirá en lo externo, en lo social.

Lo que complica las cosas suele ser el dejarse llevar por una idea de proyecto o de hombre que en realidad pertenece a otro. Siguiendo esa idea, terminaríamos trabajando para otro, dedicando energía en algo que en lo inmediato o en lo lejano nos pertenecerá. Claro que muchas veces cuesta darse cuenta de que uno está construyendo algo que no es del todo propio. Y no es fácil porque la identidad no es acabada ni limitada, sino todo lo contrario, es dinámica y en permanente posibilidad de ser. También por esto último es que no podemos pensar hacia el futuro solo a partir de lo que ya construimos o a partir de las aptitudes, habilidades o intereses que hasta el presente supimos identificar. Debemos considerar, además, lo que podemos llegar a ser y a desarrollar. Tampoco es fácil porque tomar decisiones complejas nos ubica en una encrucijada de incertidumbres, ideales, pensamientos, miedos y ganas, entre otras.

Y frente a este panorama, ¿qué hacer, cómo actuar? la tentación de buscar respuestas afuera existe y nos hace creer que así será todo más fácil. Puede que resulte, pero también puede que no. El riesgo está en no elaborar algo que en definitiva va a ser de uno. Podríamos relacionarlo con varios ejemplos, de hecho: no es lo mismo vender algo que conocemos y de lo cual estamos convencidos que un producto que no nos "cierra" y tampoco es lo mismo contar una historia personal que una vivida por otra persona. Contar la propia historia contiene mucho más, es más creíble, más interesante.

Sería algo así como ir en vías de convertirse en uno mismo, en apostar a nuestra subjetividad, a nuestra esencia, a aquello que nos hace ser nosotros mismos. ¿Nos conectamos con quienes realmente somos o nos conectamos a una máquina de ideales ajenos? ¿Quién da más?

lunes, 5 de marzo de 2012

Vocación... ¿Y yo qué tengo que ver?



Hoy estuve conversando con un colega y tuvimos una de esas charlas de las que uno disfruta y puede sacar cosas positivas y nuevas maneras de ver las cosas.

Hablando de la vocación, compartíamos que esta es inherente al ser, al alma o como quieran llamarlo. No concebimos a lo vocacional como ajeno o como algo externo a uno mismo, como si fuese algo que tenemos que salir a buscar afuera o pedírselo a un otro que lo distribuye (como quien quiere "que le hagan un test" para saber para qué sirve o qué tiene que hacer de su vida. Puede que uno consiga un resultado para sacarse el tema de encima y que esa respuesta sirva durante un tiempo, pero a la larga o a la corta la pregunta acerca de quién queremos ser y qué queremos hacer nos tocará la puerta). Lo vocacional está en uno y desarrollarlo implica (y requiere) hacerse preguntas, realizar un camino hacia el interior de cada uno, conocerse y cuestionarse. Claro que de manera sincera con uno mismo, sin engañarse, sin vueltas, de frente digamos. Y esto a veces hace que uno se las vea con cosas no resueltas, propias o ajenas inclusive. Recién después de este camino hacia uno mismo es que uno debe contemplar las opciones que ofrece el contexto (carreras, trabajos, oportunidades, becas, etc.). Esto no significa que lo vocacional sea independiente del contexto, sino todo lo contrario. De hecho, uno no puede realizar elecciones sin considerar el entorno en el que uno va a moverse luego de elegir. No es lo mismo estar en la Capital Federal que en La Quiaca, en Buenos Aires que en Santa Cruz, en la Argentina que en Japón. Cada lugar tiene sus particularidades más allá de lo globalizado que pueda estar.

Por último, otra de las reflexiones que compartíamos es que la carrera elegida (en el caso de los jóvenes que desean estudiar después del secundario), por un lado no debe ser vista como un fin en sí mismo, como la realización del deseo o la culminación de un proyecto, sino más bien como un medio que posibilita desarrollarse laboralmente. Y por otro, que el título logrado no nos determina in eternum limitándonos a un "corralito vocacional", sino que nos aporta herramientas. En definitiva, por más vestiduras que nos probemos, somos nosotros los actores de la obra de teatro y, como seres con infinitas particularidades, son múltiples los caminos que podemos transitar, aun sin importar la educación formal recibida. La educación nos da elementos, pero la creatividad, la obra de arte, es nuestra. Una enriquece a la otra. Es una sociedad fiel que que se recrea constantemente a través de experiencias, conocimientos, vivencias, aprendizajes, expectativas y proyectos.

viernes, 24 de febrero de 2012

La búsqueda



Antes de empezar las sesiones, ya me encontraba en una búsqueda. ¿Búsqueda de qué? No creo que sea de una sola cosa, más bien de un par: de un plan; de un oficio; de una vocación, tal vez hasta de una nueva pasión; búsqueda de intereses y de nuevas ideas. Podría decirse que todas las respuestas son correctas, pero al mismo tiempo todas estaban desordenadas, sumidas en un caos de esos que sólo nuestra mente puede provocar. Entonces, ¿la búsqueda terminó? No, claro que no. Pero todo se va ordenando.


Imaginemos un hombre solo. Se encuentra en el medio de una vasta llanura. Cuando levanta la vista, a su alrededor puede ver nada más que el horizonte. Tal vez un bosque, más llanura por otro lado, pero no logra divisar civilización, ni un rastro de ella. Entonces también puede preguntarse si es civilización lo que busca. Y él realmente  no lo sabe. Si sabe que no quiere quedarse en ese lugar, no es donde se siente cómodo o donde está feliz. Cuenta con algunas herramientas que traía consigo antes de aparecer en esta llanura. Pero como no sabe hacia dónde va o qué busca, tampoco sabe si le serán útiles para su cometido. De cualquier forma sería tonto dejarlas. Todo conocimiento o herramientas antes adquiridas pueden llegar a ser necesarias, y además ¿como deshacerse de ellas? Las lleva consigo hace tiempo, siente cariño hacia ellas, lo entretienen. Claro, a veces puede pensar que de haber sabido que iba a terminar en esa llanura hubiese elegido otras herramientas. Es entonces cuando las mira, las usa y se vuelve a encariñar como siempre con ellas. Pero basta de divagar sobre las herramientas, las herramientas están bien.


Volvemos a este hombre. Él sigue en la llanura, pero sabe que no va a quedarse ahí por mucho tiempo. Lo sabe por que él no quiere hacerlo. Y eso es una parte buena de estar en esa llanura: puede elegir cualquier dirección y puede elegirla solo. Una sensación de libertad lo abruma, tanto que por momentos se asusta. Y es que esta libertad acarrea responsabilidad. La responsabilidad de su propia vida. Y qué más importante que nuestra propia vida. Al fin y al cabo solo tiene una y nadie va a devolvérsela cuando se termine, así que mejor aprovecharla.


Ahora bien, sabemos que el hombre va hacia algún lugar, él también lo sabe. Pero antes de hacerlo se plantea dos opciones. La primera es simplemente empezar a caminar, cualquiera sea la dirección. Si camina, como lógica consecuencia va a llegar a algún lugar. Este nuevo lugar puede gustarle o no. Si así fuera puede quedarse en él o simplemente seguir caminando. También puede pasar que el lugar le guste, pero la intriga que acarrea el hecho de desconocer qué más hay puede que lo lleve a seguir caminando sin un destino en particular. Las variantes entonces se multiplican y solo lo detiene el tiempo y su propia decisión.


La otra opción es más analítica. De vuelta en la llanura y antes de empezar a caminar puede, por ejemplo, trepar a un árbol. Observar todo desde otra perspectiva. Ver distintos lugares. Preguntarse cuáles le gustan y cuales no. Buscar un norte. Forzarse a recordar por qué fue que llegó a esta llanura y entonces también forzarse a tomar decisiones. Una vez que lo haya analizado todo (lo cual puede llevar tiempo) emprender   el camino hacia ese nuevo lugar que busca. Aun así, tener un objetivo no debería volverlo ciego a nuevos rumbos que puedan aparecer en el camino. Llegado el caso, el análisis hecho antes de partir y los conocimientos que este le han brindado pueden ayudarlo a decidir mejor.


Es esa la diferencia. Ahora busca ese lugar en particular, pero sabe también que puede encontrar algo en otros lugares. Y lo más importante, sabe cómo llegar a ellos sin olvidar que lo importante es caminar.


Esta reflexión fue escrita por Eloy, un consultante que realizó con nosotros un proceso de reorientación vocacional.