lunes, 31 de enero de 2011

Elección anti-rutina









Loitt


Algo que suele ser temido, tanto por quienes están finalizando la secundaria como por jóvenes que ya se encuentran trabajando, es la rutina (del fr. routine, rute, ruta) esa "costumbre inveterada, hábito adquirido de hacer las cosas por mera práctica y sin razonarlas", la define la Real Academia Española. Un miedo a caer en actividades automáticas que no requieren de elaboración ni creatividad, sino tan solo de acciones repetidas que se realizan casi sin pensar, se podría decir en piloto automático. Creo que esto tiene que ver con una necesidad y un impulso a ser y a poner el sello en lo que hacemos, a no pasar por la vida como si nada ni nadie se diera cuenta de nuestra existencia.

Desde hace ya mucho tiempo el ser está vinculado con el hacer y no solo con el pensar o el sentir. Somos en la medida que hacemos. Pero no nos conformamos con ser parte de un proceso mecánico. Buscamos algo más, queremos destacarnos. Pero ¿cómo?, ¿bajo qué criterios o valores?, ¿con qué concepto de éxito? Y ahí es cuando la cuestión se hace más compleja y donde cada uno se diferencia de otros. No todos los que hacemos lo mismo lo llevamos adelante de la misma manera, y menos los que hacemos cosas diferentes. Nos manejamos sobre la base de algunos parámetros personales (actitudes, conductas, formas de ver las cosas, etc.) que rigen la mayor parte de nuestras actividades.

A cada rato elegimos algo. Pero ¿cómo lo hacemos?, y ¿cómo lo hacemos para que, al mismo tiempo, lleve nuestro sello personal, nuestra impronta? No es tarea fácil pero creo que este día de lluvia (al menos donde estoy ahora) puede ser un buen momento para reflexionar cómo hacemos para tomar decisiones, cotidianas o a corto, mediano o largo plazo. No solo un trabajo puede ser rutinario, también nosotros podemos serlo si no observamos un poco más detenidamente nuestro modo de actuar, de hacer, de sentir, de elegir.

La rutina puede ser un espejo que nos muestra cómo estamos o cómo somos, también puede ser un indicador de que tal vez no estamos en el lugar que queremos estar o la sencilla razón para preguntarnos cuánto de nosotros mismos estamos poniendo en lo que hacemos.

viernes, 28 de enero de 2011

¿Estudio Física o Psicología?

En La Nación de hoy, en la sección de Opinión, aparecen dos artículos muy interesantes que son ¿Más ciencias y menos letras?, de Santiago Kovadloff, y Enseñanza y desarrollo, de Jorge Werthein.

El primero se pregunta, en otras palabras, por qué hay más estudiantes de Psicología o Derecho que de Física o Sistemas de la Información, por ejemplo. Y parte de la respuesta a esta inquietud la ofrece el segundo de los artículos.

Pienso que los jóvenes eligen sobre la base de algunos aspectos, entre ellos: sus intereses, las carreras que conocen o que sus más allegados les hacen conocer, la seguridad económica que les pueda ofrecer la profesión y la opinión de los demás. Considerando estos puntos, no solo el estado con sus políticas educativas tienen la responsabilidad de promover acciones que permitan a los jóvenes conocer más opciones y mostrarles las posibilidades y las bondades que brinda cada profesión, sino los adultos como conocedores del mundo laboral, social y cultural.

¿Cuántas veces escuchamos que con tal profesión uno se puede "morir de hambre" (frase repelente a toda posibilidad de innovación o de ruptura de lo tradicional)?, ¿cuántas veces escuchamos que tal profesión es para varones más que para mujeres? En resumen, son miles los prejuicios encriptados de los que nos aferramos, como si estos nos dieran seguridad eterna. Creo que como adultos podemos (prefiero esta palabra a "debemos"), tenemos la capacidad para posicionarnos de otra manera mucho más pensante y cuestionadora frente a la elección de los jóvenes, evitando condicionar las decisiones como si estas fuesen nuestras. Permitámonos ser una sociedad innovadora, que se hace preguntas, que no le teme a lo diferente, que apuesta a la renovación y a la exploración de nuevos intereses.

Somos personas, cada una diferente de otra. Comencemos a plantearnos qué sentido queremos darle a nuestras vidas, qué orientación queremos tomar y con qué grado de libertad queremos hacerlo. Desde mi punto de vista, no se trata de "sobrevivir" a la sociedad hostil, sino de vivir la propia vocación y desarrollar nuestro propio ser. Por supuesto que hay obstáculos, que hay impedimentos, que no todos tienen las mismas oportunidades, que no es sencillo estudiar y trabajar y muchas otras cosas más. Pero el foco no debería estar puesto allí, sino en la posibilidad de ser más, de ir por más, de tratar de conseguir lo que nos moviliza. Si bien vivimos en una sociedad difícil y cambiante, son miles las organizaciones y las instituciones que otorgan becas y otras facilidades.