domingo, 31 de agosto de 2008

Qué y cómo elegir, esa es la cuestión.

¿Qué elijo?, ¿por cuál me decido?, ¿por la que me va a dar seguridad económica?, ¿por la que dicen tiene salida laboral?, ¿por la más fácil y acorde a mis aptitudes?, ¿por lo que me gusta o por la que me sugieren que estudie?, ¿y si me equivoco?, ¿privada o estatal?, ¿y si no sé lo que quiero qué hago?, ¿ya sé lo que quiero, para qué hacer un proceso de orientación?

Estas son algunas preguntas que pueden surgir cuando uno tiene que tomar una decisión. Y la respuesta no es fácil porque hay múltiples factores que condicionan, obstaculizan y cuestionan nuestro deseo: la familia, los miedos, las dudas, la situación social, política y económica actual, los amigos, la sensación de incertidumbre. Todas estas cuestiones hacen que la decisión sea más compleja de lo que hubiésemos imaginado.

La elección vocacional no siempre es fácil. Su complejidad se debe a que somos personas únicas, individuales, irrepetibles e indefinidas, que vivimos en un contexto familiar-social-cultural particular. Desde que salimos al mundo vamos desarrollando interminablemente distintos aspectos de nuestra persona. Y esto es porque somos seres dinámicos, somos un "ser siendo" que progresa contínuamente. El hecho de que no estemos programados ni determinados nos hace libres para elegir y ser. Eso es lo interesante.

Por eso no debemos tomarnos las equivocaciones y los cambios como fracasos y pérdidas de tiempo. Porque nadie tiene el 100% de certeza para elegir, ni nadie tiene la esfera de cristal como para saber qué va a ha(ser) por el resto de su vida. La elección de una carrera, estudio u oficio, no determina nuestra existencia y es el primer eslabón de una serie de elecciones (luego tendremos que elegir dónde trabajar, con qué personas, en qué área profesional, de qué manera, dónde vivir, con quién, etc.). Las carreras no definen nuestro perfil sino que contribuyen a desarrollarlo y a encausar nuestro deseo, nuestra pasión. El estudio es un medio que nos va a permitir potenciar nuestras aptitudes para luego desarrollarnos profesionalmente. Nosotros, y no la universidad, decidimos qué y cómo queremos ser. Por eso es que no hay un profesional igual a otro. Cada ser es único y diferente y eso es lo que nos va a hacer libres.

Ahora: ¿cómo me doy cuenta de que tomé la decisión correcta? Lo importante es ser conscientes de nuestras elecciones. Muchas veces elegimos en forma acrítica o automática (sin pensar) cuestiones cotidianas que pueden no tener consecuencias relevantes. Pero ¿qué pasa con la elección de una carrera y con la construcción de un proyecto post-colegio, que sí va a influir directamente en mi futuro? El carácter de la elección deja de ser cotidiano para pasar a ser un proyecto pensado a futuro. Y para construir un mañana es importante conocer mi presente y mi pasado. Por eso es que es importante y necesario tomarse un tiempo para reflexionar, jugar, imaginarse, fantasear e informarse. Solo de esta forma vamos a poder apropiarnos de una elección, transformándola en una decisión autónoma y auténtica, propia y verdadera.

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